Tela de Araña (Nadie es Perfecto por Bárbara Alpuente)

Hay personas de mi entorno con las que comparto vínculos afectivos inexplicables. Porque no se trata sólo de caernos bien, sino de llegar a sentir en mi propia piel su sufrimiento o su felicidad, y que a ellos les suceda lo mismo conmigo. Supongo que esto se puede llegar a razonar hablando del amor o la cercanía pero, realmente, no tiene una explicación lógica. Y algunas vces, ni siquiera existe esa cercanía o más amor del que uno puede sentir por su pareja o por sus padres y sin embargo, esa conexión sensorial prevalece independientemente de que así lo decidamos. ¿No es mucha casualidad que las personas con las que compartimos ese vínculo sobrenatural se encuentren justo en nuestro entorno? Quizás compartamos esos vínculos con gente que conocemos y también cn gente a la que no conocemos, pero como no les conocemos no sabemos que los compartimos con ellos. ¿Esta clarísimo, no? Así tendría sentido que, sin razón aparente, algunos días me encuentre desanimada o con una energía desbordante. Puede que mi estado anímico no dependa estrictamente de mí. Igual gobierno menos en mí misma de lo que creo. Igual mi cuerpo se ha lanzado a la anarquía y ha dejado de obedecerme. Y todo esto podría deberse a que existe un lazo invisile entre, por ejemplo, un señor japonés de 60 años y yo. ¿Por qué no? ¿Por qué van a existir conexiones sensitivas con mis amigos y no con un señor japonés? Así que, podrían existir los amigos a los que uno conoce y los amigos a los que uno no conoce. ¿Quién dijo que las almas gemelas tienen que conocerse físicamente? (Si realmente lo dijo alguien, no me lo mencionéis se me estropea el argumento). Pensando en todo esto, empiezo a sentir cierta lástima por ese pobre señor japonés, porque no es fácil compartir mis altibajos anímicos, y no sé si, en los días premenstruales en los que me da por llorar con cualquier anuncio de televisión, este señor siente una tristeza infinita inexplicable allí, en Japón, junto a su desconcertada familia, que hace años le observa sin saber muy bien qué le está pasando. Visto así, el planeta debe de ser como una especie de tela de araña gigante, con una geometría perfecta que establece relaciones invisibles entre todos los seres vivos y muertos que pueblan la tierra. Pues oye, me hace ilusión, (si a mí me hace ilusión , el señor japonés siente una alegría inexplicable) porque implica una responsabilidad alucinante con el mundo entero. Cuando yo decaigo, muchos decaen conmigo, ¿no? Esto asusta, (si yo me asusto, el señor japonés siente un escalofrío repentino). Aunque, a ratos, no sé qué pensar, (cuando no sé qué pensar, el señor japonés está de lo más neutro).

Al fin y al cabo, la existencia es como una carrera de relevos (que alguien me pare, estoy muy pesada con las metáforas), el mundo es como un dominó (esto decae), ¡la vida es una tómbola! (hasta aquí hemos llegado).

Y ahora que creo empezar a entender las claves del planeta, sólo espero estar a la altura en los años que me quedan, y que el señor japonés sepa perdonarme si hasta ahora no he sabido hacerlo mejor. Me despido con un fuerte abrazo para él, ¡Kii o ai shiteru!